5 comentarios en “Azacan en el tajo”

  1. Tomar el agua de los ríos no es precisamente lo más higiénico… De ahí la disentería, el cólera, la fiebre tifoidea y media docena más de enfermedades causadas por el agua contaminada… Se me ponen los pelos de punta… Esa foto imagino es de principios del siglo XX, ¿o de cuándo?

  2. Pienso Sr. Jordi que no seria agua para beber, que el cántaro fuera la medida para venderla y el agua fuera para beber los animales de corral como podían ser cerdos que antes criaban en las casas, gallinas, borricos, mulos o caballos que bebían agua de pozos o de ríos. Igual el agua fuera para la higiene personal o para lavar la ropa, no pienso que fuera agua para consumo humano.

  3. La traída de agua potable a los pueblos y ciudades, con la consiguiente construcción de fuentes municipales, aljibes públicos y potabilización de aguas, además de la construcción de redes de saneamiento de aguas residuales, fue una de las grandes proezas de finales del siglo XIX en España, con cierto retraso respecto al resto de Europa.
    Teruel fue la última capital de provincia española en disponer de suministro de agua potable en las viviendas de la ciudad, y aun no en todos los barrios sino solo en los más pudientes, lo cual no fue posible hasta 1931 y gracias al empeño del ingeniero José Torán. Antes de ello, en Teruel como en todas partes, el agua para consumo se tomaba de donde se podía, sea de fuentes, manantiales, ríos o pozos, con unas condiciones de (in)salubridad fáciles de imaginar.
    En Toledo, la principal fuente de suministro de agua, más o menos potable, fue el río Tajo, la cual se almacenaba en aljibes vecinales bajo los patios de las casas. Tal como señaló Pascual Madoz en 1849:

    «La mayor parte del vecindario [de Toledo] hace uso del agua del río Tajo, que es saludable y de buen beber, depositándola en aljibes que tienen las casas, los cuales se llenan en febrero o marzo, y permanece todo el año incorrupta y cristalina; hay además varias fuentes públicas, y otras muchas dentro de posesiones particulares; […] varios vecinos llenan sus aljibes de estas fuentes, con preferencia a las aguas del río; hay también dentro de la ciudad tres pozos en las plazuelas de Barrionuevo, San Salvador y Pozoamargo, todos salobres, cuyas aguas sirven para los usos domésticos» («Diccionario-geográfico-estadístico-histórico de España», t. XIV, 1849, p. 831).

    Por casualidad he encontrado en Internet ese artículo, que recomiendo:

    – Beatriz Blasco Esquivias, «Toledo y Madrid: sistemas de captación y uso del agua para servicio doméstico en la Edad Moderna», 2014.
    https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4856766.pdf

    En dicho artículo se dice respecto de los aguadores en Toledo:

    «Hasta bien entrado el siglo XIX, en muchas ciudades españolas el agua necesaria para la vida diaria se captaba en el río.
    [En Toledo] quienes no disponían en sus casas de aljibes y de pozos o quienes querían evitarse el esfuerzo de acarrear el agua desde el río para llenar los depósitos domésticos, debían recurrir para su abastecimiento a la venta ambulante de agua, que estaba a cargo de los aguadores o azacanes. Su oficio, muy difundido en todas las ciudades y regulado estrictamente mediante ordenanzas, consistía en coger agua de las fuentes o en sacarla del río y proceder a su venta a domicilio o por la calle, ya sea voceando su paso en la ciudad o bien concertando con el usuario un servicio permanente de suministro. […]
    La imagen más universal del aguador la fijó en nuestras retinas el genial Diego Velázquez con su famoso cuadro ‘El aguador de Sevilla’, que nos advierte al mismo tiempo sobre la popularidad de este oficio en las ciudades españolas y la forma en que se proveían de agua nuestros antepasados para consumo doméstico. Los pobres, como ya se ha dicho, no podían permitirse este servicio y debían ir ellos mismos hasta el río para sacar directamente el agua, aunque sin las precauciones legales que protegían a los aguadores, sino venciendo las dificultades y riesgos que entrañaba bajar hasta la orilla, sortear la fuerza del caudal y acarrear el agua hasta la vivienda. Aun siendo ésta de gran calidad, su consumo era síntoma de pobreza, tal y como confirma Lázaro de Tormes cuando admite que en su casa se bebía agua del río. […] Los aguadores desaparecieron de Toledo en 1947, con la construcción del embalse de Torcón.»

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